Las exploraciones de Burmeister en tiempos de Urquiza

Comparto algunos fragmentos del capítulo sobre el viajero Burmeister que forma parte de mi Tierra Adentro, Una historia de la Argentina del siglo XIX a través de los ojos de los viajeros (CLIC AQUÍ PARA CONSEGUIRLO):

……Burmeister tiene una estatua en el parque Centenario de Buenos Aires. Fue uno de losEstatua-Burmeister científicos más sabios que decidieron radicarse en el país. Organizó el Museo Argentino de Ciencias Naturales y fue su primer director. Amigo de Alejandro von Humboldt, tuvo de discípulo al Perito Moreno y de detractor a Florentino Ameghino. También fue el mentor de Luis Fontana, un militar naturalista que fundaría Formosa y gobernaría Chubut. Su erudición como naturalista era tan amplia como para destacarse en varias ramas de la ciencia. Además de zoólogo, con un marcado interés en la entomología, también se destacó como paleontólogo. Los más anodinos insectos le fascinaban tanto como los fósiles de los extintos gigantes que hicieron temblar la Pampa millones de años atrás.  

……Resulta simbólico que, en la descripción de su primera travesía por la Pampa, haya mencionado el detalle de sus relojes. También llevaba barómetros y todo tipo de extraños instrumentos. En medio de esas inmensidades tan vírgenes, con tanto para descubrir, donde muchos insectos o plantas que mirara quedarían por primera vez clasificados para la ciencia, Burmeister irrumpió con sus relojes de oro. ¿Hay máquina más contraria a la naturaleza que la que pretende medir y regular el tiempo por medio de un artificioso sistema de cifras? ¿Qué es, en la Pampa, el tiempo? ¿Quién era ese gringo que, además de las nubes, el sol o las estrellas, miraba las cifras de los relojes? Ese hombre era implacable. Todo lo observaba, medía, pesaba, clasificaba y registraba fríamente. Las lechuzas, románticas centinelas de las vizcacheras, ahora tendrán nombres impronunciables. Las vinchucas, para el común de los viajeros un suplicio, pasarán a ser muy interesantes. Y todo sucederá a una hora exacta y bajo tales o cuales condiciones. Sus estudios sistemáticos, con ojos de académico europeo, registran altitudes y posiciones geográficas y demográficas, además de informes de rigurosa climatología, con meticulosas variantes de presión atmosférica, que fueron las primeras que se hayan realizado en algunas de las regiones que investigó. Treinta años antes habían venido Alcide d’Orbigny,Darwin y Bravard, viajeros de paso. Pero Burmeister acabaría radicándose en el país, convirtiéndose en Carlos Germán Conrado. 

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……Nació en Stralsund, el 15 de enero de 1807, y se graduó en medicina y filosofía en la Universidad de Halle, donde sería profesor de zoología. En Gruneber, durante el servicio militar, fue médico cirujano, y en los largos y ociosos días se distrajo componiendo ensayos literarios: había heredado de su abuelo la pasión por las lenguas y los clásicos. También fue profesor de historia natural en el Kolnisches Gymnasium de Berlín. La política no le era indiferente: en 1848, del lado de las tendencias socialistas y liberales, tuvo una banca de diputado en la Primera Cámara prusiana, a la que renunció decepcionado. Fue un contrincante del por entonces también diputado Otto von Bismarck, que acabaría encabezando una triunfante tendencia monárquica e imperialista. En cuanto a su labor científica, Burmeister ya era un hombre célebre. En 1843 había publicado en Leipzing su Historia de la creación, traducida a cinco idiomas, obra muy influyente para la intelectualidad de la época. Su Manual de entomología, traducido al inglés y al ruso, fue durante un siglo la obra más completa y consultada sobre insectos. Alexander von Humboldt le gestionó un subsidio del rey de Prusia para que emprendiera su primer gran viaje de estudios. Entre los que decidieron explorar América, había pocos tan calificados como Burmeister.

……En 1850 partió hacia Brasil y recorrió el país durante un intenso año del que regresó cojeando, con una pierna fracturada. Publicó una Sinopsis de los animales de Brasil y Vistas geológicas para la historia de la Tierra y sus habitantes. Vivió en Italia y en Francia. Su destino quedó sellado en París cuando conoció al ministro de la Confederación Argentina ante la Francia imperial: Juan Bautista Alberdi. Alberdi le redactó una carta de presentación para el presidente Urquiza, que acababa de vencer a Rosas. Tuvo que renunciar a su banca, sus cátedras, la posición acomodada que le otorgaba su prestigio y separarse de su mujer, con quien tenía serios inconvenientes conyugales. Pero la decisión estaba tomada y, luego de una escala en Calais y otra en Southampton, se embarcó por segunda vez hacia América, desembarcando en Río de Janeiro, desde donde siguió hacia la Banda Oriental. Llegó a Buenos Aires el 31 de enero de 1857 y recién ahí empezó su gran viaje.

……Recorrió Santa Fe, Entre Ríos, La Rioja, Córdoba, Mendoza, Tucumán y Catamarca. Desde allí cruzó la Cordillera y, luego de visitar Chile, conoció Lima y Panamá, antes de volver otra vez a Alemania. En Europa volvió a ser profesor pero ya no era el mismo: el aire de la Pampa lo llamaba cada día y los conflictos políticos europeos le complicaban demasiado la vida. Hacia 1861 no fue Alberdi, con carta para el presidente Urquiza, sino el ministro Sarmiento el que intercedió para que el presidente Bartolomé Mitre lo designe director del Museo de Buenos Aires, cargo en el que se desempeñó durante treinta años. Burmeister volvió para quedarse. Se casó con la tucumana Petrona de Tejeda, su segunda esposa, con quien tuvo a sus dos hijos argentinos, Carlos y Federico, sus futuros traductores. Escribió obras geográficas, meteorológicas y geológicas, entre ellas una Descripción física de la República Argentina, editada en francés. Más de cincuenta especies de plantas y animales llevan su nombre. Su enumeración de los vertebrados de la fauna argentina fue referencial y dio a conocer seres de épocas remotas. Recibió las más altas distinciones internacionales que se otorgaban a los hombres de ciencia. La obra de la que nos ocuparemos también tuvo, en su momento, una gran importancia científica, que ahora se convirtió en histórica. El título original: Reise durch die La-Plata-Staaten, mit besonderer Rücksicht auf die physische Beschaffenheit und den Culturzustand der Argentinischen Republik; ausgeführt in den Jahren 1857, 1858, 1859 und 1860.

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……Viaje por los Estados del Plata 1857-1860 tiene una soberbia edición en castellano de tres tomos en tapas verdes y papel cromo del año 1943, a cargo de la Unión Germánica en la Argentina y con la ayuda de otras instituciones, además del mecenazgo de algunos argentinos de la colectividad alemana. El director del emprendimiento, que fue un homenaje a cincuenta años de la muerte del sabio, fue Guillermo Schulz, del Comité Nacional de Geografía. La obra cuenta con más de sesenta láminas y dibujos a pluma, tomados del archivo del autor. Los traductores son Carlos y Federico Burmeister, los hijos, que firmaron cada uno de los doscientos ejemplares emitidos.

……Burmeister es un acabado ejemplo de que la pluma del viajero del siglo XIX cumplía, 71215748_10157613316964855_4347535625528803328_nella sola, la función que hoy requiere de múltiples especialistas y recursos. El escritor, además de explorador, era cámara de fotos, brújula, servicio meteorológico, parte económico, médico y geográfico. Era pintor, historiador, arquitecto y literato. Asombra la ambición de estos relatos, destinados a pintar el cuadro completo de un país, para los lectores que no tenían más medios de conocerlo que el de esas páginas. Ahora sucede que la ciencia, esa misma que existe sobre todo gracias a Burmeister, nos permite observar cualquier región del mundo desde nuestra casa, mirando en vivo, nada más que en la pantalla de un teléfono, el aspecto de la flora y la fauna, el paisaje, la manera en la que visten los nativos, consultando a un especialista diferente para cada uno de los aspectos de la realidad. Todo eso los viajeros tenían que describirlo sin más complemento que sus propios dibujos. Burmeister describe con buena pluma, delatora de su cultura literaria. Y también dibuja. En uno de sus dibujos apreciaremos el aspecto de la Pampa entre Rosario y Córdoba, con una especie de palmera a la que llamó Copernicia Canpestris, clasificándola como propia de esa región. Con respecto a las ilustraciones, el viajero llevó consigo, para que lo asista en esa tarea, al artista Antón Goering, pintor y también naturalista de Halle, que llegó a tiempo para dibujar algunos edificios mendocinos que serían destruidos poco tiempo después, durante el célebre terremoto de 1861. También veremos, en una representación tan útil como cualquier foto, al escarabajo pelotero, o catanga, que Burmeister conocía como Eucranium arachnoides, ídolo del Antiguo Egipto, que camina hacia adelante acarreando una bola informe de estiércol, sujetada con las extremidades delanteras debajo de la cabeza, al tiempo que avanza, con el cuerpo muy levantado, sirviéndose de las cuatro extremidades posteriores. Veremos un árbol muy principal de la sierra cordobesa como lo es el molle: original y elegante, similar al fresno pero de tronco más bajo y corona más ancha, así como más fresco el color de sus hojas pinadas, de borde adentellado, de entre cinco y nueve pares, y las finas hileras de verrugas altas de su corteza gris, y el color verde amarillento de los racimos de las flores de ovalados pétalos, con el borde doblado. Hasta nos parecerá morder la baya esférica y negra, paladeando su dulzura. Así como los árboles y los insectos, Burmeister describe el aspecto de una vieja casa española, el paisaje serrano de Catamarca, el horcón de un rancho entrerriano, las formas de las cúpulas de las iglesias cordobesas, el canto de los pájaros y el paso de los bailes en las guitarreadas gauchescas. Hay una sola crítica que se me ocurre: no hay, en ninguna parte de la obra, información interesante sobre las culturas indígenas que, en gran medida, todavía eran las dueñas de gran parte del territorio al que dedicó tan profundas investigaciones. Semejante carencia no puede dejar de señalarse. Apenas les dedica unas pocas palabras de muy mediocre criterio, limitándose a señalar su poco respeto a la propiedad de los cristianos, incapaces de comprender los valores de una cultura civilizada. En este aspecto, Burmeister no tiene nada que enseñar a sus discípulos o colegas naturalistas que, por regla general, tuvieron un marcado interés por los indios, conviviendo muchas veces con ellos o juzgándolos con criterios más elevados.

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……Se da por descontado que, tratándose de un libro tan amplio, abundan ese tipo de detalles que tanto nos gusta leer en los relatos de viajes. Sabremos que las hileras de muchos corrales tucumanos estaban decoradas con cabezas de pumas, o el león americano, que algunos gauchos cazaban nada más que con su cuchillo y la ayuda de los perros, escudándose con el poncho enrollado en un brazo. Que uno de los senderos de la Cordillera se llamaba el Camino de Mentilurro porque ese era el apellido de un hombre cualquiera que, treinta años atrás, decía haber sido el primero en transitarlo. A bordo de un carretón, tosiendo entre espesas nubes de polvo, descenderemos hasta la plaza de Mendoza, tan polvorienta como las llanuras de las afueras, con sus diez mil habitantes y unas cuantas iglesias inconclusas o en ruinas: Burmeister se jactó de ser el primer científico alemán que visitó esa ciudad tan apta para el vino, aunque todavía no lo produjera en cantidad como para exportarlo. También son notables algunas de sus anécdotas de paleontólogo. Durante el mes de junio de 1859 se internó en la sierra cordobesa, de abundantes fósiles.  En la zona de La Punilla, detrás de empinadas cuestas y barrancas del río San Antonio, los lugareños le dijeron que habían visto la cabeza de un gigante. Burmeister emprendió la excursión con la esperanza de dar con un megaterio. Luego de marchar Tierra Adentro durante una hora, descubrió que la cabeza del gigante en realidad era la coraza completa de un gliptodonte, pieza soberbia pero de un animal muy conocido. Se consoló con el hallazgo de una pequeña y notable mariposa, del género bombyx.

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……Además de cazar mariposas y desenterrar fósiles, intentó establecerse a la orilla del río Paraná en un establecimiento rural, convirtiéndose en colono. La idea era vivir vendiendo la leche de sus vacas y la cosecha de una huerta, principalmente maíz y papas. Mientras tanto, ante el terror de los criollos, recogía por la cola la víbora de la cruz, extrayéndole los colmillos del veneno con perfecta calma. Durante la primavera de 1858 alquiló una quinta de treinta hectáreas que, además de insectos, tenía todo lo que precisaba: agua para pescar y bañarse, monte de inagotable leña y dos casitas de ladrillo cocido con techo de paja, una con dos habitaciones y la otra para usarse de cocina. Él 70833523_10157613317199855_7192717589569601536_nmismo se encargó de edificar, al estilo del país, otra casita para alojar a los peones que pudiera conchabar. Sin embargo, la vida del colono era más difícil que la del científico subsidiado. Luego de la experiencia, concluyó que hacía falta una resolución de gigante para ser colono de la América del Sur. Las condiciones del terreno eran óptimas pero no había previsto los inconvenientes del factor humano: los empleados, si eran extranjeros, desde que ponían un pie en América tenían la insolencia de mirar de igual a igual a sus connacionales, dando por abolidas las distinciones sociales europeas. Y el severo Burmeister quería que la gente a su servicio respetara las jerarquías. Un matrimonio suizo fue la causa de sus primeros quebrantos: el hombre, que no quería amoldarse a las costumbres del país, ni siquiera montaba a caballo, de modo que no le servía para nada. Tuvo que traer desde Buenos Aires a su acriollado hijo, que sabía desempeñarse en todas las faenas. Sin embargo, temió que esa vida acabara convirtiendo al joven en un gaucho, quedando fuera de cualquier destino más elevado. Su hijo volvió a la ciudad y sus empleados suizos quedaron despedidos por ineptos. Otros dependientes extranjeros, más acriollados, supieron sacar adelante el establecimiento, pero también fueron despedidos por borrachos. Más tarde, conociendo a sus perros, volverían por las noches para sustraerle vacas y caballos. Burmeister tuvo que afrontar sin ayuda de nadie las faenas propias de un gaucho en su rancho, situación que no podía tolerar. América del Sur necesitaba hombres capaces de ocuparse ellos mismos de sacar adelante sus huertas y animales: los señores que pretendían pagar a otros para que les hicieran el trabajo rudo acababan frustrándose. El destino del gran científico no estaba en el rudo arado sino en la investigación. Y, si bien su relato dedica la mayor parte de sus páginas a las cuestiones científicas, hay un capítulo de grandiosa importancia social e histórica: el de la celebración de un 25 de Mayo en Entre Ríos, ante la presencia del presidente Justo José de Urquiza.

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……El general Urquiza, en el balcón de su casa, se hallaba en brillante uniforme, rodeado de un séquito militar numeroso, de los más altos empleados civiles y enviados extranjeros.  A la vez, en la Casa de Gobierno, se habían acomodado diputados, empleados y un selecto grupo de la flor de las damas entrerrianas. Las cabezas de los espectadores también se asomaban desde todas las azoteas vecinas, además de la multitud que observaba desde las calles o en donde se pudiera estar dentro de la misma Plaza Principal. Burmeister era uno de los que miraban desde la calle y, siempre calculador, aplicó un método para contabilizar el número de soldados que, según se decía, eran alrededor de quince mil. La cifra no le pareció exagerada. Incluso podrían ser más.

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……Después del desfile, la celebración se extendió dos días, con un espléndido baile en el Le_Général_Urquizateatro y la fiesta popular en la plaza. Burmeister fue invitado a la velada oficial, en calidad de extranjero distinguido. Urquiza ya había recibido la carta de recomendación redactada por Alberdi, elogiando el mérito del sabio alemán, enviado por el rey de Prusia. Cuando llegó al teatro, observó la platea convertida en pista de baile, adornada con alfombras y muebles muy elegantes. Las mesas se tendieron en los palcos. El ministro inglés se encargó de presentar al viajero con el presidente. Urquiza le preguntó sobre los resultados de su viaje y le comentó que, diez días atrás, había recibido la noticia de la muerte de Bonpland en Corrientes, el célebre naturalista. Burmeister describió a Urquiza como un hombre serio y de pocas palabras, aunque quizá se debía a las muchas preocupaciones que tenía en aquellas circunstancias políticas, además de que estaba solicitado por el resto de los invitados.

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