Georges Claraz, un sabio suizo entre los tehuelches

Comparto algunos fragmentos del capítulo sobre el viajero Claraz que forma parte de mi Tierra Adentro, Una historia de la Argentina del siglo XIX a través de los ojos de los viajeros (CLIC AQUÍ PARA CONSEGUIRLO):

Yamnago es un paraíso sobre la tierra o, en otras palabras, un paraje donde nunca se pasa hambre. Allí siempre se amontonan los cóndores y los caranchos, hurgando entre los huesos de avestruces, esparcidos por todos lados, y hasta hay murallones de esqueletos. Dios hizo ese lugar para que a ningún viajero le falte sustento. Es una emboscada de guanacos. Allí van, en grandes cantidades, a abrevarse en la laguna, y esa agua les gusta tanto que beben hasta perder su rapidez. Entonces los indios bajan de las sierras y los bolean. Es imposible que en Yamnago no consigan abundante caza, y de carne gorda, pero deben cumplir con la vieja. Una vez un indio no quiso dejarle nada y se cayó del caballo, rompiéndose el pescuezo. Otros, todavía más osados, despojaron a la vieja de su leña y después murieron de hambre.

…….En las tumbas, que llaman apas, hay perlas de vidrio y palos de yerba. Cuando se trata de un indio que murió de frío le dejan un pedazo de leña. Las mujeres se enlutan durante mucho tiempo, metiéndose en un toldo apartado. Si se les murió un niño, no pueden ver a ningún otro, para no sufrir la tristeza de recordar al propio. Los indios opinan que quienes profanan tumbas merecen morir. No pude explicarles que los cristianos hacen autopsias para que progrese la medicina. Ellos replican que saben curar sin hacer eso. Por ejemplo, curan la picadura de una araña enterrando al enfermo en un agujero, con la tierra hasta el cuello. Al salir, sale curado. El pus de los obsesos hay que echarlo al fuego para que ningún brujo pueda usarlo. Me advirtieron que un forastero no debe preguntar por el estado de un enfermo, ya que despertaría la sospecha de haber sido el que le hizo el daño. Al brujo se lo mata para hacerle el bien de impedirle seguir dañando. Y nunca hay que mencionar a los muertos.

…….Georges Claraz, el explorador que anotó tantos preciosos datos sobre los gününa küne, mejor conocidos como tehuelches septentrionales, nació en Suiza el 18 de mayo de 1832. Su familia, de origen francés, acababa de radicarse en Friburgo. Claraz fue un hombre muy instruido, un naturalista de los que gustan citar a Schiller y Goethe.

…….George Claraz murió sin publicar los manuscritos de sus diarios de viaje, que conforman dos libretas y una suma de papeletas de diferentes colores y tamaños, escritas en alemán, francés y castellano. En esos papeles había datos inapreciables sobre diversas ciencias, normalmente clasificados por el mismo autor mediante las siguientes etiquetas: indios, meteorología, vegetación, fauna y una ciencia que, en opinión de Casamiquela, Claraz dominaba mejor que el resto de los viajeros científicos: la botánica. Alrededor del año 1930 Eloy Stöcklin, un nieto del autor, le entregó los manuscritos a Félix Outes, director del Instituto de Geografía, cuyas oficinas estaban ubicadas en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.

Otro de los baqueanos fue Rufino Vera, quien sería lenguaraz del cacique Inacayal. Hay una foto de Vera que apareció en una librería de San Telmo, perdida entre papeles que habían pertenecido al etnógrafo Enrique Palavecino. También fueron de la partida Manzana, un tehuelche septentrional, y Curruhuinca, que hablaba el mapudungun. Finalmente, un tal Negrón. Sinchel, según Claraz el hijo del cacique Maciel, el mismo que acompañaría a Musters y que, ya anciano, conocería a Moreno, hubiera sido de la partida, pero en ese momento se encontraba enfermo. Otros de los caciques que menciona el viajero son Chingoleo, un hermano de Yanquetruz, y Chagallo, que le dictó un vocabulario tehuelche al misionero suizo Juan Federico Hunziker. El mismo Claraz nos dejó, además de sus precisas descripciones sobre la flora y la fauna, dos extensos vocabularios de las lenguas pampas. Hay varios objetos de las exploraciones de Claraz depositados en museos de Suiza, Francia y Alemania.

…….El doctor Francisco Muñiz, a quien consideramos el primer naturalista argentino, fue el primero en referir la existencia de un reverenciado peñasco al sudoeste de Patagones. Entre Muñiz y el Perito Moreno, podemos considerar a nuestro viajero suizo como el primero en explorar Yamnago con una partida de tehuelches, brindando datos etnológicos sobre la veneración de la roca. Recién un siglo después, en 1972, Roberto Casamiquela pudo identificar el sitio con la ayuda de Alberto Cuyapán, un indígena de ascendencia mapuche. José María Cual, uno de los últimos hablantes nativos del tehuelche, también aportó a los antropólogos datos fundamentales.

José María Cual

…….Otro aspecto destacable del viaje de Claraz fue el encuentro con un cacique llamado Antonio. Sucedió en Talagapa, al norte de la actual provincia de Chubut. En su estudio, Casamiquela conjetura que podría tratarse de Antonio Lienpichún, padre del tehuelche desenterrado treinta años después por el viajero francés Henry de la Vaulx, aunque en la lista de tehuelches septentrionales del Archivo Provincial de Viedma figuran varios caciques con ese nombre. Antonio era el jefe de una tribu que habitaba ocho toldos. Había un anciano, completamente desnudo bajo el quillango, que recordaba las historias de tiempos en los que los indios, sin caballo, andaban a pie y ni siquiera usaban cuchillo.

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…….Marcelo Gavirati, que estudió la obra de Claraz y, en particular, la historia de esa carta, afirma que se trata de una verdadera pieza de diplomacia política y comercial. También nos informa que, perdido el documento original, recién en 1979 se pudo rastrear el paradero de una copia en Inglaterra, gracias a las referencias de Glyn Williams, un sociólogo galés que investigó las relaciones entre los galeses y los indígenas patagónicos. Gavirati también señala que las relaciones comerciales entre los galeses y los tehuelches fueron prósperas, al punto de que la colonia se convirtió en un centro de acopio de las mercaderías indígenas, que desde allí serían distribuidas hacia Patagones, Buenos Aires, Inglaterra e incluso las Islas Malvinas.

Rufino Vera

…….El motivo del regreso fue que los caballos estaban muy dañados y corrían el peligro de quedarse a pie, que era lo mismo que morir de hambre. Es probable que los baqueanos hayan sido responsables del fracaso. En lugar de emprender el camino de la costa o el del chancho, que seguirían viajeros como Musters, Ramón Lista y el hijo de Burmeister, lo llevaron por la ruta de la Meseta Central, que implicaba un enorme rodeo, atravesando el Bajo el Gualicho y Valcheta.

…….Después de su viaje hacia Chubut, George Claraz vivió unos cuantos años más en Argentina. El padre Meinrado Hux escribió una biografía de su compatriota que, lo mismo que él, pero un siglo antes, se había interesado tanto por la Pampa y sus habitantes. Sus relaciones con los originarios no fueron muy armónicas. Claraz padeció el gran malón de Calfucurá, que en 1870 arrasó con Bahía Blanca y las estancias de la región. Se defendió con un fusil durante todo el día y apenas logró salvar un par de caballos. El malón se llevó de sus tierras quinientos vacunos, cinco mil ovejas y un centenar de yeguarizos. A pesar de la catástrofe, vivió doce años más en la provincia de Buenos Aires, escribiendo artículos de prensa sobre la política nacional. Sus estudios geológicos y botánicos estaban a la altura del más alto nivel científico de la época. Sus diarios dan cuenta de la erudición del viajero que, además de citar a Goethe, corregía o profundizaba las observaciones de Falkner, Villarino, De la Cruz, D’Orbigny, Darwin y Cox.

Algunos enlaces útiles

Un documental sobre Claraz en el Canal Encuentro:

Texto de Marcelo Garivati: “Los pampas del norte de la Patagonia y la carta del cacique Antonio al Jefe de la Colonia Galesa del Chubut”

Liliana Péres: El cacique Antonio y el derrotero de una carta. Política indígena y avance colonizador. Chubut, 1865-1870.

La Trace Claraz, sitio de información diseñado por sus descendientes.

La biografía de Meinrado Hux se llama Jorge Claraz, un investigador y explorador suizo en Sudamérica. No la pude conseguir. Me baso en lo que comenta Casamiquela.

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