Giacomo Bove frente al inalcanzable horizonte antártico

Comparto algunos fragmentos del capítulo sobre el viajero Bove que forma parte de mi Tierra Adentro, Una historia de la Argentina del siglo XIX a través de los ojos de los viajeros (CLIC AQUÍ PARA CONSEGUIRLO):

……..Giacomo Bove, el hombre que le compró esqueletos a los nativos de Tierra del Fuego, fue un aventurero italiano que tuvo una vida tan breve como intensa. Nació en Maranzana en 1852 y se graduó con honores en la Escuela Naval de Génova. A los veinte años ya había navegado por los mares del Lejano Oriente: China, Japón, Filipinas, Borneo. Y, a los veintiséis, al mando del geógrafo sueco Adolf Erik Nordenskjöld, formó parte de la expedición del Vega que logró, por primera vez en la historia, navegar la ruta completa del Pasaje del Nordeste. Partiendo de Suecia, esa ruta unía el océano Atlántico con el Pacífico, atravesando las aguas del Mar Glaciar Ártico. Cuando, dejando atrás las costas rusas, cruzaron el Estrecho de Bering, quedaron atrapados entre los enormes bloques de hielo durante todo un invierno. ¿Se habrá enamorado de los paisajes remotos y gélidos? A los treinta años logró que el gobierno argentino le financie una expedición por la costa patagónica, visitando Santa Cruz y Tierra del Fuego. Luego de otra expedición americana, en la que recorrió Misiones y reincidió en Tierra del Fuego, el gobierno italiano le encomendó la exploración del río Congo, otra aventura de la que regresó muy enfermo. El nueve de agosto de 1887, en las afueras de Verona y bajo la sombra de un árbol, se suicidó disparándose un tiro en la cabeza. Tenía treinta y cinco años.  

……..¿Quién ambiciona esas islas heladas e inhabitables donde son blancas hasta las noches? Eran muy pocos los que se interesaban en esa región que, después de la accidentada aproximación de Guillermo Brown, recién en 1820 había sido circundada por un puñado de británicos, rusos y norteamericanos, además de remotos conquistadores y ocasionales loberos como James Weddell. El joven e intrépido Giacomo Bove, que después de la expedición sueca se había convertido en un prestigioso explorador, soñaba con esos paisajes gélidos que todavía ocultaban el más austral de los continentes.

……..Se organizó una Comisión Central Cooperadora de la Expedición al Polo Sur. Lucio Mansilla, uno de sus vocales, fue designado para representar los intereses de la comisión en Génova. Pese a todas las dificultades que uno pueda imaginarse, había voluntad política. Bove, resignado al rechazo de su país, festejó la iniciativa del gobierno argentino, escribiendo numerosa correspondencia diplomática, donde esgrimía las mil y una razones por las que Argentina debería abrazar ese proyecto. Escribió una significativa anécdota. Un cacique africano al que un inglés acababa de pedir permiso para explorar su tierra, respondió que siempre sucedía lo mismo: primero vienen los viajeros, luego los misioneros y, finalmente, los soldados. Eso mismo había pasado en la Patagonia, donde los soldados todavía estaban completando el ciclo.

……..Nuestro viajero llegó a Buenos Aires el treinta de abril de 1881. Lo recibió Carlos María Moyano, presidente de la Armada Argentina. Se alojó en la casa del mismo Zeballos. Enseguida fue presentado al presidente del país y al gobernador de Buenos Aires. Pronunció una conferencia en el Círculo Italiano y los diarios empezaron a hablar del viaje. Agustín del Castillo, autor de otra obra del género, formaría parte de la expedición y se jactó de haberla propiciado ya desde Italia, aunque a su regreso publicará durísimas críticas en el Boletín del Centro Naval. Las dificultades no tardarían en manifestarse. Pese a tantos halagos, honores y promesas, el marino italiano tuvo que resignarse a la realidad: si bien el gobierno argentino, que todavía no había demarcado los límites de su territorio, tenía un indiscutido interés por la exploración de la región Patagónica, ese interés se congelaba en Tierra del Fuego. El Polo Sur no interesaba.

……..El gran día fue el dieciocho de diciembre de 1881. Giacomo Bove sería el jefe científico de la Expedición Austral Argentina, que quedará en la historia como el primer viaje oficial de la Armada Argentina al servicio de la ciencia. La corbeta Cabo de Hornos, al mando del comandante Luis Piedrabuena, zarpó con sus sesenta marineros, mayormente alumnos de la Escuela Naval.

En sus informes, Bove escribe Usciuuaia y a veces Uscinnaia. Le edición del informe oficial del viaje, que además de los textos de Bove incluye los de los científicos que lo acompañaron, quedó a cargo del Instituto Geográfico militar. La primera edición, de 1883, se tituló Expedición a la Patagonia: un viaje a las tierras y mares australes: 1881-1882. Aquí utilizaremos esa edición y la que publicó la editorial Continente en el año 2005: Expedición a la Patagonia, un viaje a las tierras y mares australes (1881-1888)

Más adelante, mientras estaba ocupado escribiendo en su diario, se le acercó un jinete joven, de alrededor de quince años. Tenía ojos grandes, oscurísimos, cabellos largos atados con una vincha y una sonrisa inteligente. Sus labios le parecieron similares a los de los etíopes. Cubría la desnudez con un quillango y de sus orejas colgaban dos aros de plata. No hablaba, aunque aceptó un cigarrillo. Más tarde, el guía le contó que el joven se llamaba Hallen y que, aunque comprendía el castellano, no lo hablaba porque no quería. Pronto se sumó una caravana de mujeres y muchachos. Había una mujer de dieciocho años que estaba casada con un niño que no tendría más de ocho. Luego llegó un viejo con barba que los saludó en castellano. Al principio, el viajero pensó que se trataba de un salvaje civilizado. Todo lo contrario: era un cristiano convertido en indio. Le habló de George Musters, jactándose de haberlo acompañado durante un trecho de su viaje. Los devotos de Musters nos alegramos de volver a cruzarnos con Isidoro, descrito por el viajero inglés como un hombrecito de ojos brillantes, atezado, desertor oriundo de Santiago del Estero que, luego de sumarse a la tribu de Orkeke, habitó la isla Pavón, el patagónico feudo de Piedrabuena. Isidoro también tendrá su página en el relato del viajero Julius Beerbohm.

……..Giacomo Bove intentó realizar aportes etnológicos. Debemos afirmar que, exceptuando un interesante vocabulario yagán, sus observaciones carecen de valor. No son más que las típicas impresiones de una mirada eurocéntrica, más propia de cualquier militar de los tiempos de Roca que de un antropólogo. Su visión de los fueguinos, muy similar a la de Fitz Roy y Darwin, se reduce a la del europeo incapaz de comprenderlos.

……..Cuando llegó a la isla Picton, se inclinó sobre una roca del puerto. Leyó la inscripción que recordaba el trágico fin de Allen Gardiner, el primero de los misioneros anglicanos. Pese a tan escalofriante fracaso, que culminó con todos los misioneros muriendo de hambre y frío, la South American Missionary Society siguió insistiendo. Bridges fue el primer hombre blanco que logró asentarse en esas tierras. Su hijo Esteban Lucas Bridges recordó varios pormenores de la expedición de Bove en el capítulo IX de El último confín de la Tierra. Bove recorrió la Misión de Ushuaia, ubicada desde hacía doce años al fondo de una bahía. Allí mismo había desembarcado Waite Hockin Stirling, el primer obispo anglicano de las islas Malvinas.

Los italianos olvidaron muy pronto a Giacomo Bove. Y también los argentinos, pese a que sus sueños fueron el punto de partida de nuestras expediciones a la Antártida, que pudimos concretar varios años después de que lo propusiera el aventurero.

Encontramos, en el diario italiano La Stampa, un artículo de Marco Albino Ferrari que nos aporta luz sobre nuestro viajero. En el entierro de Bove no hubo religiosos, pero se acercó un poeta de las aventuras. Frente al cadáver de Bove, Emilio Salgari se sacó el sombrero ante el capitán que hubiera querido ser. Bove protagonizó los viajes que Salgari tuvo que imaginar, para realizarlos en sus novelas. Sus más celebradas páginas sucedieron en esos remotos mares que el suicida había navegado, sirviendo de inspiración.

Algunos enlaces útiles.

El artículo del diario La Stampa: Giacomo Bove e Salgari, il gioco dei destini incrociati.

Una interesante recopilación de ensayos sobre el autor: Tras las huellas de Giacomo Bove en Tierra del Fuego

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