Los trabajos y los días del irlandés John Brabazon

Comparto algunos fragmentos del capítulo sobre el viajero Brabazon que forma parte de mi Tierra Adentro, Una historia de la Argentina del siglo XIX a través de los ojos de los viajeros (CLIC AQUÍ PARA CONSEGUIRLO):

El doce de diciembre de 1845 el bergantín Filomena, que había partido tres meses atrás desde Kingston, ingresa en la rada exterior de Buenos Aires. Uno de sus tripulantes es John Brabazon, un muchacho irlandés de dieciocho años que no habla una sola palabra de castellano. Esa misma noche, suponiendo que entraría a un teatro, lo meten en una casa de mala fama. Asustado, les da todo el dinero que tiene a las mujeres que lo rodean. Además del idioma, desconoce el valor de la moneda local. Tampoco sabe lo que es el mate y, en cuanto un negrito le convida el primero, el recién llegado lo agarra por la bombilla y el mate se cae al piso y se rompe. Pero nuestro inmigrante irlandés aprenderá muy rápido. No le gusta el juego y está dispuesto a hacer cualquier tipo de trabajo.

Brabazon llegó justo cuando todos los criollos estaban alistados en las tropas de Rosas y en el campo abundaban los peones extranjeros. Sus primeros trabajos fueron en la ciudad. Sirvió tragos en el Almacén Naval y transportó carretas cargadas de tripas en el Saladero del Reloj. Ahorró doscientos pesos que se los robó y gastó su compañero de habitación, un gallego al que castigaron azotándolo con una verga de toro. Voluntarioso y sobrio, fue aprendiendo todos los trabajos que pudieran hacerse para acumular capital.

John Brabazon

………..Su primer trabajo en el campo fue en la estancia El Arazá de los Martínez de Hoz, familia acaudalada y arraigada en Buenos Aires desde mediados del siglo XVIII. Don José Martínez de Hoz, el primero del clan, fue un español de Burgos que se enriqueció en las costas del Plata mediante el comercio monopolista y el tráfico de esclavos. Llegó a ser Regidor y Alcalde de Buenos Aires durante el Virreinato. A falta de hijos, legó su apellido y su fortuna a un sobrino, don Narciso de Alonso Martínez de Hoz, que se dedicó a los negocios agropecuarios desde sus estancias de Cañuelas y Castelli.

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El 25 de mayo de 1851 fue la última vez que Rosas festejó la fecha patria en Buenos Aires. Ahí estaba Brabazon. Había galopado desde San Vicente para ver la fiesta más importante de su patria adoptiva. Le gustó el matinal espectáculo de las coloridas tropas. Los soldados pasaban revista con sus fusiles de chispa. Al mediodía almorzaron carne con cuero en el Fuerte y después, congregados en la Plaza de la Victoria, lucieron su habilidad de jinetes en el juego de la sortija. Cuando alguno lograba ensartarla se la mostraba a su novia, recibiendo alrededor del cuello una corona de flores. Estaban los principales funcionarios y estancieros del país con sus botones de oro y unas espuelas de tipo andaluz. Brabazon había conocido a varios. Además de la estancia de los Martínez de Hoz, había estado en la de don Prudencio Rosas, el hermano del gobernador, por entonces comandante del distrito sur.

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Las memorias de nuestro inmigrante siempre ponen el acento en sus trabajos y en el balance de pérdidas y ganancias. Los acontecimientos políticos y las costumbres de los argentinos se narran en segundo plano, siempre y cuando estén relacionados con alguno de sus negocios. Se nota que era hombre sobrio y muy enfocado en el progreso. Ni siquiera fue víctima de las turbulencias políticas de la época, pese a haber sido testigo del derrocamiento de Rosas y de las guerras entre Urquiza y Buenos Aires. Durante la batalla de Caseros se cruzó en el campo con soldados desertores, que le pidieron cambiar sus uniformes militares por pilchas civiles. Brabazon pensó que iban a matarlo. Intentó calmar a los soldados ofreciéndoles unas enaguas de mujer que llevaba en la carreta, logrando de ese modo enfurecerlos.

 

John Brabazon murió en Buenos Aires en 1913. Sus memorias dan cuenta de sus andanzas hasta el mes de enero de 1864. Hasta ahí llegó, prometiendo que las continuaría. Ignoramos cuál fue el motivo por el que no las concluyó. Los manuscritos quedaron en manos de una bisnieta llamada Ana Beitia de Coire. Ni bien las conoció, Eduardo Coghlan, autor de Los irlandeses en la Argentina, decidió traducirlas y preparar una edición. Su nota preliminar aporta más datos sobre Brabazon. Nos cuenta que había nacido hacia 1827 en el condado irlandés de Westmeath, probablemente en Mullingar. Que era descendiente de Jacques Le Brabazon, un caballero normando establecido en Inglaterra en el año 1066, junto a Guillermo el Conquistador, el primer rey inglés.

Las Andanzas de un irlandés en el campo porteño (1845- 1864) fueron editadas en 1981 por la Secretaría de Estado de Cultura, durante la dictadura de Videla. En ese mismo año culminaba su gestión el ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz, uno de los personajes más perniciosos de la historia argentina, principal responsable de un modelo de hambre y endeudamiento que ubicó al país en una apátrida senda de catástrofe económica. Era el tataranieto de don Narciso, aquel estanciero con el que John Brabazon se había iniciado en los trabajos rurales, el primer gran terrateniente de esa casta a la que Sarmiento, con certeras palabras, definió en términos de aristocracia con olor a bosta.

2 comentarios en “Los trabajos y los días del irlandés John Brabazon

  1. He leido Andanzas de un irlandés en el Campo Porteño varies veces. Me gustaría ponerme en contacto con cualquier persona que tenga una copia del original en inglés – o con cualquier descendiente de John Branazon. En lá introducción Eduardo A. Coghlan dice que recibió una copia de la Sra Ana Beitia de Coire. Mícheál A. de Barra, Irlanda.

    Mi correo electrónico es: oaghty@icloud.com

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