El norteamericano Samuel Greene Arnold entre Rosas y Sarmiento

Comparto algunos fragmentos de este capítulo sobre Arnold que forma parte de mi Tierra Adentro, Una historia de la Argentina del siglo XIX a través de los ojos de los viajeros (CLIC AQUÍ PARA CONSEGUIRLO):

Al gobernador no le gusta que lo miren. La primera vez tuve que espiarlo. La quinta de Palermo es una considerable casa de un piso, cuadrada y con su patio de rigor. Se destaca por el grupo de arcadas de ladrillo que se le unen diagonalmente. El césped es hermoso, muy bien cuidado y cercado. Detrás del edificio hay un parque donde abundan los sauces y los mosquitos. La propiedad se extiende varios kilómetros por la ribera del Plata. Su mayor atractivo es el Elizabeth: un bergantín al que un huracán depositó allí donde quedó apuntalado. Rosas ordenó que lo pinten y barnicen, convirtiéndolo en un salón de baile. Me subí a la cruceta, desde la que se aprecia una hermosa vista del río. Cuando está muy crecido, la marea se adentra mucho en la propiedad. La primera vez que me acerqué a la casa, fui pisando despacio, sin hacer ruido, precedido por la pícara anfitriona. Después de hacerle una seña a un oficial, Manuelita me llevó hasta las ventanas de la quinta de Palermo. Ubicado detrás de un pilar, pude ver el cuarto donde Rosas trabajaba. Distinguí sus facciones, iguales a las de sus retratos. Llevaba una gorra blanca de visera, igual a una que yo tenía. Escribía sobre su mesa de trabajo. Estaba agobiado, con la boca hundida en su rostro arrugado de fatiga. Lo observé, interesado y divertido, a veces ocultándome detrás de Manuelita, que es el Primer Ministro de su padre, coronel del ejército y, si nos contagiamos del humor rosista, hasta primera dama.

La oración de Manuelita Rosas de la artista francesa Léonie Matthis.

…………Samuel Greene Arnold, el hombre que espió a Rosas y recibió la mano de Manuelita, fue un viajero, historiador y político norteamericano. Además de almorzar con Rosas en 1847, dieciocho años después recibió, en su casa de Providence, al ministro plenipotenciario Sarmiento, tres años antes de que ejerciera la presidencia. Era la época en la que el autor del Facundo, fascinado con la civilización norteamericana, cenaba con Horace Mann y soñaba con colonias yanquis en el Chaco. Sarmiento, que acababa de dar una conferencia sobre las dos Américas y la doctrina Monroe, visitó la biblioteca de Arnold, donde había una impresionante colección de autores españoles, que incluían escritos suyos que había olvidado. Entre los papeles de su anfitrión, descubrió los inéditos manuscritos de un libro de viajes, en donde había páginas que referían a varias visitas al gobernador Rosas y a otras familias importantes. La anécdota está en el tomo veintiuno de sus obras completas. Forma parte de ese discurso para la Rhode Island Historical Society, del veintisiete de diciembre de 1865. Además de hablar de Arnold en términos de su honorable amigo, omitiendo por supuesto toda referencia favorable a Rosas, en ese mismo discurso se mencionan a otros de nuestros viajeros: Henry Brackenrdige, el secretario del presidente Monroe, y el capitán John Anthony King, del que pocos datos tenemos, fuera de su novelesco relato.

…………Más allá del general de las observaciones, las mejores páginas de la obra son las que refieren a las tres visitas que le hace a Rosas. Al colorido retrato de Rosas que apreciamos en esas páginas, agregaremos un pertinente cotejo con algunas de las considerations historiques que, en esa misma época, escribió el cónsul francés Alfred de Brossard, un compañero del conde Walewski durante el conflicto entre Rosas y la escuadra anglofrancesa.

………… Son muy destacables sus observaciones de la Pampa, sobre todo sabiendo que provienen de quien había conocido el desierto del Sahara. Arnold escribió que la Pampa es maravillosa. Que, al igual que los desiertos de Oriente, constituye un llano infinito. Pero nada más que en eso se parecen. Al contrario del desierto africano, donde en medio de la soledad no reina más que la muerte, en la Pampa todo es vida: enormes cantidades de vacunos, caballos y ovejas. Bandadas de pájaros por todas partes. Garzas y perdices. Vizcachas y gaviotas. También le pareció muy agradable que en cada posta hubiera una guitarra.

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